La Palabra de hoy para Ti.




La bendición de los partidarios

Algunos, a la verdad, predican a Cristo por envidia y contienda; pero otros de buena voluntad.
Filipenses 1:15
Es doloroso pensar que un santo como Pablo tuviera que soportar oposición hasta el punto de decir: "En mi primera defensa [el primer juicio en Roma] ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon" (2 Ti. 4:16). Cuando Pablo les escribió a los filipenses, estaba tan privado de amigos que dijo de Timote "A ninguno tengo del mismo ánimo" (Fil. 2:20).
Pero Pablo también escribió que algunos estaban predicando a Cristo "de buena voluntad" según el versículo de hoy, que denota satisfacción y contentamiento. Los partidarios de Pablo estaban contentos con lo que Dios estaba haciendo en la vida de ellos y en la vida de Pablo. Simpatizaban con él y estaban agradecidos de su ministerio.
Hoy también hay personas así. ¡Qué bendición, aliento y fuente de gozo son ellas! Doy gracias a Dios por llenar mi vida de personas así.




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Pablo salió de Atenas y fue a Corinto. Y halló a un judío llamado Aquila… con Priscila su mujer… Fue a ellos.
Hechos 18:1-2


Saludad a Priscila y a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús, que expusieron su vida por mí… Saludad también a la iglesia de su casa.
Romanos 16:3-5
Ejemplos de la abnegación cristiana 

Priscila y Aquila son nombrados seis veces en la Palabra de Dios. Cristianos de origen judío, fueron expulsados de Roma a causa de su raza (Hechos 18:2). Entraron en contacto con el apóstol Pablo por medio de su oficio, puesto que los tres fabricaban tiendas. Después de haber soportado las burlas de la alta sociedad ateniense, ¡Cuán alentador fue para el apóstol estar en compañía de gente sencilla que comprendiera el valor del mensaje divino!
Esa pareja cristiana no se limitaba a trabajar para su subsistencia diaria, sino que ambos estuvieron dispuestos a ir de Corinto a Efeso para servir al Señor. Allí completaron con tacto la instrucción de un siervo de Dios, Apolos, explicándole más detalladamente el alcance de la obra de la cruz (Hechos 18:18-19, 26).
Esa pareja también había mostrado valentía y afecto por el apóstol Pablo, en una época en que ser cristiano podía conducir a la cárcel o al martirio (Romanos 16:3). En esas peligrosas circunstancias volvemos a encontrarlos juntos. Así, Aquila y Priscila servían al Señor y a Su Iglesia. En Efeso (1 Corintios 16:19), y más tarde en Roma, pusieron su casa a disposición para reuniones de adoración y oración. A tales creyentes les “será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 1:11).
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(Jesús dijo:) Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
Juan 8:12


En el camino de la justicia está la vida.
Proverbios 12:28

¿Tiene mi vida un sentido?

En una ocasión, con motivo de la copa del mundo, se entrevistó a un gran jugador de críquet australiano. A pesar de su actitud aparentemente despreocupada, expresó una gran tristeza. A millares de kilómetros su esposa estaba a punto de dar a luz a su segundo hijo. «Estuve ausente en el nacimiento del primero, y nuevamente lo estoy en el del segundo. Concluyo que el críquet es importante en mi vida, pero no lo es todo».
Esto nos obliga a preguntarnos qué es ese «todo». Sólo puede ser el fundamento de nuestra vida, su sentido profundo, lo que responde a las preguntas siempre actuales: –¿Quiénes somos y con miras a qué vivimos?
Nos es indispensable conocer el sentido de nuestra vida. Es un apoyo para vivir, semejante a lo que el esqueleto es para el cuerpo. Se puede tener energía, pero es necesario saber hacia qué dirigirla.
Se puede escoger un sentido artificial a la propia vida, como la búsqueda de los placeres, de la riqueza y de la consideración, pero estos sustitutos no revelan el porqué de nuestra presencia en la tierra. Pueden llenar nuestra vida, pero no darle su significado profundo.
Sólo uno puede dárnosla: el que nos creó, Dios mismo. Trágicamente, si uno no confía en él, nada tiene verdaderamente sentido. Entonces, acerquémonos seriamente a Dios mediante la oración, y leamos la Biblia, que es su Palabra.
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Sabado 20 de Noviembre 2010
He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
Apocalipsis 3:20


(Jesús le dijo:) Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa. Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso.
Lucas 19:5-6

Decirle sí a Jesús

«Jesús está siempre vivo y presente, pero nunca viola nuestra libertad. Se queda en la puerta y llama discretamente. No entra si no es invitado. No pregunta si el que le llama es digno de recibirle, sino si realmente desea que entre» (N.S. de Rumania).
Ser cristiano es haber dicho libremente “sí”, el sí de la fe en Jesucristo. Es decir al Señor Jesús: –Entra, Señor. Entonces, permítame una pregunta: ¿Recibió usted al Señor Jesús? Quizá no se atreve a dar ese paso. Esté seguro de que Jesús quiere ayudarle a confiar en él. Sabe muy bien qué es lo que lo retiene: puede ser el temor a equivocarse o a ser rechazado, a perder sus amigos, su libertad, o cualquier otra razón. Pero nadie puede creer en su lugar, nadie puede acompañarle hasta el final de esa decisión por Jesús… salvo él, quien le ofrece su perdón. ¡Reconozca la grandeza de su amor por usted!
Cristianos, este sí inicial es seguido, a lo largo de nuestra vida, por la búsqueda de lo que complace al Señor. Este consentimiento toma su fuerza en la confianza cotidiana y renovada en Jesús. Él nos da la fuerza para comprometernos… y someternos a su autoridad. Porque si nuestra fe es un compromiso de amor, también es una entrega con toda confianza al Señor Jesús. En él, en su fidelidad, hallaremos la fuerza para permanecerle fiel, ¡cada día!--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Jueves 18 de Noviembre de 2010
No hay más Dios que yo; Dios justo y Salvador; ningún otro fuera de mí. Mirad a mí, y sed salvos todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más.
Isaías 45:21-22


La roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre.
Salmo 73:26
Las conductas con riesgo


Bajo este título, en una revista especializada, un antropólogo evoca las tentativas de suicidio, la toxicomanía, el gusto por los deportes de riesgo y otros trastornos.
Él analiza estos comportamientos y dice que pueden ser llamadas de atención que ciertos jóvenes lanzan a sus familiares, para quienes tienen la sensación de no importarles. También pueden ser como desafíos lanzados a la muerte, a la que provocan porque le tienen miedo. A menudo estas conductas con riesgo se deben a una juventud frustrada, que busca un ideal, que clama así su desilusión y su dificultad para vivir.
Sin embargo, aún hoy Jesús se presenta como aquel con quien vale la pena vivir. Cada ser humano, aun el más insignificante, tiene valor para Jesús. Él ama a todos los heridos por la vida, sin excepción, y desea atraer a cada uno hacia una vida con él, una vida que verdaderamente valga la pena ser vivida.
Jesús desea arreglar el malestar interior, consecuencia del pecado y de nuestro alejamiento de Dios. Este mal está en el origen de todos los desórdenes que conoce nuestra sociedad.
Entre todas las conductas con riesgo, la más trágica es descuidar los llamados urgentes de un Dios que, aún hoy, salva a todos los que acuden a él por Jesucristo.
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 Miercoles 17 de Noviembre de 2010
Para mí el vivir es Cristo...
Filipenses 1:21


Buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.
Colosenses 3:1-2
La desilusión

Hoy en día son numerosos los que no esperan nada más de la vida, sino algunas satisfacciones materiales que pronto se esfuman. Los ideales que habían hecho brillar sus ojos cuando eran niños se han desvanecido, dejando sólo amargura y desilusión.
Los hombres de hoy, ¿Están hastiados de todo? Aun cuando las perspectivas del porvenir fueran mejores, de todos modos el mañana permanecería marcado por la incertidumbre y la angustia.
¿No existe ningún ideal más por el cual todavía valga la pena vivir?
Aún hoy Jesucristo se presenta como la verdadera razón de vivir, porque primeramente es la fuente de la vida. Desea llenar el corazón de aquel que lo acepta como su Salvador personal.
Hace aproximadamente 2.000 años el apóstol Pablo declaraba: “Para mí el vivir es Cristo”. Esta motivación le acarreó muchas dificultades. Sin embargo, por nada en el mundo hubiera cambiado su razón de vivir. Jesús llenaba su corazón y su vida.
Este compromiso no está limitado a nuestra vida terrenal, sino que anticipa nuestro porvenir eterno. Hoy nos es propuesto. Pero para que Jesucristo sea el centro de la vida del lector, es necesario que primero sea su Salvador personal, quien lo espera desde hace mucho tiempo. ¡Entonces, no tarde más! ¡Deje en sus manos su vida; él no le desilusionará!
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Lunes 15 de Noviembre 2010
Aborrecí… la vida, porque la obra que se hace debajo del sol me era fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y aflicción de espíritu.
Eclesiastés 2:17


Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.
Mateo 11:28


La depresión
Hoy, más que nunca, la depresión es el mal que amenaza a nuestros contemporáneos. «Ésta nace de la imposibilidad de dar un sentido a su vida, en la cual todo pasa y se va hacia la nada», escribió S. Ariéti, psiquiatra italo-americano.
Ya el autor del Eclesiastés había subrayado que todo lo que los hombres buscan desesperadamente no puede dar un sentido a su vida. La popularidad, los bienes materiales, el dinero, los placeres, la felicidad, la cultura, el poder, el trabajo… ¡todo está marcado por la vanidad!
Este autor no cayó en la desesperación. Al leer su libro, poco a poco vemos, como un rayo de sol atravesando oscuras nubes, abrirse una salida, un alivio a ese intenso sentimiento de vacío y desesperanza. Ese rayo de sol es el temor de Dios. No es una escapatoria, sino el único camino posible. A lo largo de su libro somos conducidos a distinguir, en medio de los estancamientos en que acaban todas las soluciones humanas, la vía que lleva a la vida: “Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre” (Eclesiastés 12:13).
Ese temor de Dios, ese profundo respeto para con él, es un preliminar para recibir las respuestas de amor y esperanza que hallamos en la Escritura. Estas respuestas se concentran en una persona: Jesucristo, quien dijo: “El que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” (Juan 6:35).

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Domingo 14 de Noviembre 2010
Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
Romanos 5:8


Cristo en el misterio de la cruz

Nacida en una familia judía practicante, Edith Stein se alejó de la fe de sus padres y finalmente se hizo atea. En 1917 asistió a las exequias del filósofo Reinach, uno de sus colegas y amigos. Entonces fue a visitar a su viuda, Anna Reinach. Esto no fue fácil para Edith, quien se sentía incapaz de expresar palabras de consuelo. Sin embargo, durante este encuentro, los papeles se cambiaron. En medio de su tristeza, la viuda Anna Reinach fue capaz de transmitir a Edith algo de los consuelos de la fe cristiana.
Más tarde Edith habló de esta visita, diciendo: «Era mi primer encuentro con la cruz y con la fuerza que trasmite a quienes la llevan. Por primera vez vi muy claramente la Iglesia nacida del sufrimiento redentor de Cristo en su triunfo sobre la muerte. En ese momento mi incredulidad se desplomó y Cristo empezó a brillar para mí; Cristo en el misterio de su cruz».
La incredulidad había sido una pared que ocultaba a Edith el sentido y el misterio de la cruz de Jesucristo, lugar en donde se descubre el amor de Dios. Ella recibió y vivió ese amor de una manera excepcional.
Los sobrevivientes de Auschwitz (campo de concentración donde fue asesinada) dieron testimonio del amor y de la compasión que ella mostró hasta el final hacia sus compañeros de infortunio. Su búsqueda apasionada de la verdad, su decisión por Cristo, son un llamado y un aliento muy fuertes para confiar en el amor victorioso de Dios.
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Sabado 13 de Noviembre de 2010

Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí… Purifícame con hisopo, y seré limpio… Señor, abre mis labios, y publicará mi boca tu alabanza… Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.
Salmo 51:2-3,7,15, 17 

En la barca








El apóstol Pedro era pescador de profesión. Después de una noche improductiva, se puso a limpiar sus redes. Jesús llegó a la orilla del lago, rodeado por la multitud sedienta de sus palabras. Entró en la barca de Pedro y le pidió que se apartara de tierra un poco, para poder dirigirse mejor a la multitud. Al mismo tiempo, estando tan cerca, Pedro escuchó la enseñanza dada. Luego Jesús le pidió que bogase mar adentro y echase las redes para pescar.


Pedro echó la red diciendo que había pasado toda la noche sin pescar nada. Entonces, ¡Cuán grande fue su sorpresa cuando vio tal cantidad de peces, de modo que se estaba rompiendo la red! El Dios creador irrumpió en la vida de Pedro, en su trabajo profesional. Frente a ese poder, “cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador” (Lucas 5:8). Pedro era consciente de sus propios pecados y de la perfección de Jesús.


Parece contradictorio echarse de rodillas ante Jesús y decirle: “Apártate de mí”. Pero al mismo tiempo, la gracia y el amor de Jesús lo llevaron a echarse a sus pies. ¿Y cuál fue la contestación del Señor? Una respuesta llena de gracia: “No temas”. Ésta es nuestra historia. El pecado nos aleja de Dios y de su Hijo Jesucristo, pero sólo Él puede salvarnos; su amor nos atrae hacia él.
Ésta es nuestra historia. El pecado nos aleja de Dios y de su Hijo Jesucristo, pero sólo Él puede salvarnos; su amor nos atrae hacia él.

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Viernes 12 de Noviembre de 2010
Dios… me respondió en el día de mi angustia, y ha estado conmigo en el camino que he andado.
Génesis 35:3


Bernabé… contó como Saulo había visto en el camino al Señor, el cual le había hablado.
Hechos 9:27



“En el camino”

Los evangelios nos presentan varios caminos en los cuales el Señor Jesús anduvo. Éstos pueden simbolizar situaciones particulares de nuestra vida, en las que el Señor quiere encontrarnos.
Un ejemplo: En el camino que va de Jerusalén a Jericó, un hombre cayó en manos de ladrones (Lucas 10:30). Fue robado, cubierto de heridas y quedó “medio muerto”.
¡Qué camino de amargura y decepción! Quizás hoy alguien está en esta situación: vacío afectivamente y degradado moralmente. En tal camino el Señor Jesús (el buen Samaritano de la parábola) no vacila en acercarse, “movido a misericordia”, para vendar nuestras heridas. Pero es necesario dejarle obrar para experimentar su ayuda.
Otro ejemplo: El Señor Jesús envió a uno de sus discípulos “por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto” (Hechos 8:26), al encuentro de un hombre, funcionario de la reina de Etiopía. Este relato nos enseña que, rico o pobre, uno puede estar muy solo, como ese hombre en un camino desierto. Dios oye las preguntas secretas y aun en el camino de la soledad hallará el medio de manifestarse: puede ser mediante una experiencia, un encuentro o una palabra. Como lo hace a través de toda la Escritura, Dios le anunciará “a Jesús” (v. 35), porque fue en Jesús que él se reveló.
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¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó?
Lamentaciones de Jeremías 3:37


Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.

Romanos 8:28

Suerte o gracia
La suerte es un cúmulo fortuito de circunstancias favorables. Para muchos es, pues, cuestión de la casualidad que proviene de un destino ciego. Cuando alguien afirma tener suerte, en general no piensa en que todo lo que le ocurre está organizado por una persona que obra inteligentemente. Algunos estiman que la vida los trata especialmente bien; hasta pretenden haber nacido bajo una buena estrella. Como máximo hablarán de la Providencia para evitar nombrar a un Dios a quien temen. Pero el primer versículo citado en el encabezamiento declara que Dios dirige todo. Él ama y se ocupa de cada individuo personalmente. Que le dé buen tiempo para sus cosechas, o que lo deje escapar por escaso margen de un grave accidente… Su objetivo siempre es obrar por gracia. Prestemos atención a la manera en que Dios nos habla para atraernos a él.
Para un creyente no hay buena suerte o mala suerte. Sabe que toda su vida está conducida por Dios, quien desea hacerle bien. Jesús decía a sus discípulos: “Pues aun vuestros cabellos están todos contados” (Mateo 10:30). Ni un detalle lo deja indiferente. En el plan de Dios para con cada uno de sus hijos, todo es coherente y está dirigido por el amor y la sabiduría de un Padre muy misericordioso.
Llegará el día en que nos mostrará cómo condujo nuestra vida para al final hacernos bien (Deuteronomio 8:16).
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 En el mundo estaba (el Hijo de Dios), y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.
Juan 1:10-12


Nuestro único derecho
Un ruidoso cortejo de manifestantes, con muchos carteles, avanza por la calle; es observado con una mezcla de temor e indiferencia.
Por todos lados se expresan reivindicaciones emitidas por las más diversas gentes. Los hombres insisten en sus derechos, o en lo que ellos llaman sus derechos. No nos corresponde juzgar si tienen razón o no.
En medio de los que afirman sus derechos, el cristiano se da cuenta a la vez que está en un mundo marcado por mucha injusticia y que su Maestro no reivindicó nada. Ya el profeta Isaías dijo de él: “No contenderá, ni voceará, ni nadie oirá en las calles su voz” (Mateo 12:19). “En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho, pero el mundo no le conoció”. Pero el evangelista agrega enseguida: “A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad (en otras versiones: el derecho) de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:10-12). El derecho de ser hijo de Dios es lo más precioso y fundamental que Dios otorga al creyente, y nadie podrá privarlo de él. Con el apóstol Pablo puede decir: “Estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo porvenir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:38-39).


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Miercoles 09 de Noviembre 2010


El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.
Juan 3:36



¿Quién tiene razón, Dios o yo?

Si pudiéramos ganarnos el cielo por medio de nuestras cualidades naturales, Dios no hubiese dicho: “No hay justo… no hay quien haga lo bueno” (Romanos 3:10-12).
Si pudiéramos adquirir la salvación mediante nuestras obras, Dios no hubiese dicho: “Por gracia sois salvos… esto no de vosotros, pues es don de Dios… para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9).
Si pudiéramos ser salvos obedeciendo a los diez mandamientos, Dios no hubiese dicho: “Por las obras de la ley ningún ser humano será justificado” (Romanos 3:20).
Si pudiéramos comprar nuestra salvación, Dios no hubiese dicho: “Ninguno de ellos podrá en manera alguna… dar a Dios su rescate” (Salmo 49:7).
Si pudiéramos mejorarnos y obtener la salvación mediante nuestros propios esfuerzos, Dios no hubiese dicho: “Engañoso es el corazón… y perverso” (Jeremías 17:9).
Si la salvación pudiera depender de nosotros, a la pregunta de los discípulos: “¿Quién, pues, podrá ser salvo?”, Jesús no hubiese contestado: “Para los hombres es imposible, mas para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios” (Marcos 10:25-27).
“Todos los que creen… (son) justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre” (Romanos 3:22-25). “El que en él cree, no es condenado” (Juan 3:18).

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4 de Noviembre.2010

Abraham… se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido.
Romanos 4:16, 20-21


Fiel es el que prometió.

Hebreos 10:23


Él dijo: No te desampararé, ni te dejaré.
Hebreos 13:5

Las promesas de Dios
Para el que busca la paz interior: “Todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá” (Lucas 11:10).
Para el que tiene problemas: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6-7).
Para el que está enfermo: “Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28).
Para el que busca su senda con oración: “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos” (Salmo 32:8).
Al que se halla ante la muerte: Jesús dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11:25).
Para el que se siente en peligro: “El Señor guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre” (Salmo 121:8).
Para quien sabe que es culpable: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).

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 Jesús… preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?… Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
Mateo 16:13-16

¿Quién dicen que soy yo?

Esta pregunta, hecha por Jesús cuando estaba en la tierra, es a la vez simple, directa y esencial.
Ya en esa época las respuestas variaban. Hoy en día cada uno adopta la opinión que mejor le conviene. La personalidad de Jesús da mucho que hablar. Para unos, Jesús es un filántropo. Para otros, es el fundador de la religión cristiana; para muchos es un profeta entre tantos otros.
Pero después, Jesús hizo una pregunta mucho más personal: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Esto se dirige a cada uno. Poco importa la respuesta intelectual que usted pueda dar. Lo que cuenta es lo que Jesús representa para usted, el lugar que tiene en su vida. En el texto citado en el encabezamiento, Pedro, declara: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Dios el Padre había abierto sus ojos para que reconociera en Jesucristo a Aquel que Él había enviado para satisfacer todas las necesidades del hombre pecador. En otro evangelio, Juan el Bautista exclama: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). ¿Cree usted que Jesús es su Salvador personal, que sus pecados han sido borrados por su sangre vertida en la cruz?
Esta pregunta es esencial, porque de la respuesta que usted dé dependen su salvación eterna y su situación con respecto a Dios, ante quien tarde o temprano tendrá que presentarse.

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No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.
2 Corintios 4:18
Construir sobre lo sólido

Los experimentos nucleares por lo menos nos enseñan algo: que la materia es muy frágil. Los armazones de acero y los muros de hormigón a menudo se toman como símbolos de la solidez, pero una explosión atómica puede aniquilarlos. En todo tiempo ha habido gente que ha pensado que los valores espirituales son vagos y poco seguros, y que lo que se puede ver con la vista es sólido y real. Sin embargo, ¿no sucede lo contrario? Al leer la Palabra de Dios comprendemos que el mundo físico, lo que se ve, no es lo más sólido ni lo más importante. La bondad, la justicia y la verdad, por ejemplo, son valores más fuertes que todas las fuerzas materiales.
Además, el mundo material no es eterno. La Biblia lo dice claramente, y hoy en día la ciencia lo deja entrever. Hubo un principio y habrá un fin. Pero, por encima del mundo, antes y después de él, están los planes de Dios, lo que deseaba hacer, lo que hizo y lo que aún hará. Desde siempre quiso que su criatura lo conociera y lo amara libremente.
¿Aspiramos a construir nuestra existencia sobre lo sólido? En un mundo en pleno cambio, ¿Sentimos la necesidad de certidumbres, al mismo tiempo que de un objetivo en la vida? Entonces, acudamos a Dios. Él nos invita a gustar con él una relación llena de sentido, de gozo y de paz. Por medio de Jesucristo podemos conocerle como el Padre, el Dios de amor y de luz, el que es inmutable, el fundamento de todo y el que permanece para siempre
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(El Señor) lo guardó como a la niña de su ojo. Como el águila que excita su nidada, revolotea sobre sus pollos, extiende sus alas, los toma, los lleva sobre sus plumas, el Señor solo le guió.
Deuteronomio 32:10-12


Os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí.

 

Echado fuera del nido

En Europa, el águila, majestuosa ave de rapiña, construye su nido a una altitud de 1.500 metros más o menos, en rocas escarpadas. Lo hace con ramas y lo tapiza con materiales más suaves como lana y pieles, para que sea más confortable. Los aguiluchos permanecen mucho tiempo allí, pero cuando llega el tiempo en que deben aprender a volar, el águila emplea un método de educación muy singular. Saca del nido todo lo que lo hace cómodo y la madre empuja al aguilucho al vacío. Pero ella vigila volando por encima de él para tranquilizarlo, y lo incita a imitarla. Si el aguilucho se acerca peligrosamente al suelo, su madre, rápida como un rayo, se lanza debajo de él y lo recoge sobre sus alas.
¡Qué hermosa imagen de los cuidados de Dios para con sus hijos! Él quiere verlos crecer, madurar y estar firmes en la adversidad. A veces, mediante fuertes pruebas, él trastorna una vida demasiado cómoda. ¿Hay que dudar de su amor, sentir pánico o perderse en los porqués? ¡No! Como el águila que no pierde de vista a su aguilucho, nuestro Padre celestial nos vigila. Quiere hacernos experimentar su presencia en el torbellino. Quiere mostrarnos su poder y sus cuidados. La fe no es una cuestión de emoción o de sentimientos, se expresa con hechos: confiar en nuestro Señor, quien conoce muy bien las necesidades de sus redimidos.
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Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos.
Efesios 6:18


Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres.

1 Timoteo 2:1
¿Para qué soy útil?
Mi abuela, que murió con casi cien años, vivió durante unos quince años en un pequeño alojamiento acondicionado para ella en casa de mis padres. Desde mi habitación, a menudo, en cualquier momento del día y aun de la noche, la oía orar. Se dirigía en voz alta a su Padre celestial y le hablaba de cada uno de aquellos a quienes ella amaba.
Pero como muchas personas de edad, decía que se sentía inútil y no entendía por qué el Señor no se la llevaba con él. Pero el Maestro (como a menudo ella designaba a Dios) sabía lo que hacía y sin duda, a sus ojos, las oraciones de la abuela tenían mucha utilidad.
Ella me recuerda a esta otra mujer del evangelio: Ana la profetisa. Ya de edad muy avanzada, no se apartaba del templo, en donde servía a Dios con ayunos y oraciones noche y día (Lucas 2:36-37).
Sin duda, entre los lectores de estas líneas, hay creyentes que la edad o la enfermedad obligan a estar inactivos físicamente. No crean que son inútiles, muy al contrario. Piensen en ese combate espiritual que se libra mediante la oración. Josué no habría logrado la victoria contra Amalec si Moisés hubiera dejado de levantar sus manos en oración (véase Éxodo 17:8-16). A Dios le agrada intercesores que tienen tiempo para orar por su familia, sus hermanos en la fe, así como por todos los hombres.
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El buen pastor su vida da por las ovejas.
Juan 10:11


Así ha dicho el Señor: He aquí yo, yo mismo iré a buscar mis ovejas, y las reconoceré.
Ezequiel 34:11

El divino pastor

Durante cierto tiempo un rebaño de ovejas debía ser desviado de una parte de su recorrido habitual, a causa de unas excavaciones en el camino al pastizal. El pastor hizo pasar, pues, a sus animales por otro camino, hasta que terminaron las obras. El día que volvió a su itinerario inicial, el rebaño se paró en seco ante la nueva parte del camino. A los testigos de la escena, que trataban de ayudar al pastor, les fue imposible hacer avanzar a los animales. Sólo cuando las ovejas oyeron la voz familiar de su pastor pasando a la cabeza del rebaño, lo siguieron sin temor.
Esta anécdota nos hace pensar en el hombre en su recorrido terrenal. ¿No es semejante a esos animales vacilantes y desorientados ante lo desconocido? ¡Cuántas voces se levantan en el mundo para apartarlo hacia toda clase de mentiras, espejismos e ilusiones!
Jesús tuvo compasión de las multitudes, “porque eran como ovejas que no tenían pastor” (Marcos 6:34), sin protección ni dirección. Aún hoy el Señor Jesús se presenta como el Salvador, el buen Pastor, el que conoce las necesidades de cada ser humano. Él dio su vida para salvar a sus ovejas y desea conducir a cada una de ellas con cuidado y amor. Él es el camino, la verdad y la vida para aquellos que aceptan confiar en él. “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano” (Juan 10:27-28).



Enséñame, oh Señor, tu camino; caminaré yo en tu verdad; afirma mi corazón para que tema tu nombre. Enséñame tu camino


Salmo 86:1




Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre.


Salmo 25:12; 23:3







¿Qué debo escoger, qué decisión debo tomar? Cada día tenemos que tomar decisiones. A veces es difícil, ante todo cuando estas decisiones pueden tener graves consecuencias.


¿Cómo hacer para decidir correctamente? Nuestra experiencia nos vuelve prudentes, y los consejos de personas sagaces a veces son útiles. Pero de cualquier manera que uno lo haga, siempre hay algo de incertidumbre. Entonces, ¿Qué hacer? Sólo hay una respuesta: pedirle a Dios que nos muestre cuál es la buena dirección. A tal oración él contesta con infinita sabiduría y por los medios que juzga oportunos.


¡Qué sabia oración: Enséñame tu camino! No dice: Enséñame mi camino, sino “tu” camino; el de Dios. ¿Pero verdaderamente deseo seguir el que agrada a Dios? Jesús me trazó este camino hecho de justicia, humildad, amor, bondad y de verdad. Si conozco a Jesús, mi vida reflejará su gloria moral. Entonces, ¡Cuánto más fácil será escoger!


Y si me equivoco y luego reconozco mis errores, él me perdona y me levanta. Me conduce lejos del mal, de la mentira, en una senda de rectitud, de oración y de confianza.


“Fíate del Señor de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas” (Proverbios 3:5-6).






 
En una o en dos maneras habla Dios; pero el hombre no entiende.

Mirad que no desechéis al que habla.

Hebreos 12:25

¿Son acontecimientos fortuitos o

advertencias de Dios?
En la época de Noé, Dios envió el diluvio sobre el mundo habitado, porque “la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y… todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis 6:5).
Sin embargo, Dios nunca ejecuta un juicio sin antes advertir y mostrar un medio para librarse de él. Entre la declaración de la sentencia divina y el diluvio, la duración de la construcción del arca fue el plazo dado por Dios a los hombres para arrepentirse. Después de esto el mundo fue sumergido por las aguas, y sólo Noé y su familia, es decir, ocho personas, fueron salvas (1 Pedro 3:20). El Dios santo y justo también tuvo que hacer caer un juicio fulminante sobre Sodoma y Gomorra (Génesis 19:24-25), no sin haberlos advertido. Sólo tres personas fueron salvadas.
Hoy en día somos testigos de muchos acontecimientos trágicos que afectan al mundo. ¿Se debe a la casualidad, a un montón de coincidencias? No, Dios quiere más bien advertir a los hombres que el tiempo de su paciencia está llegando a su término. No nos equivoquemos: por medio de su Palabra Dios anuncia que se van a producir terribles acontecimientos (Lucas 21:10-11). Pero es aún el tiempo de la gracia y de la paciencia de Dios. Él no quiere la muerte del pecador, sino que desea que todos los hombres sean salvos (1 Timoteo 2:4).

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Habló, e hizo levantar un viento tempestuoso, que encrespa sus ondas. Suben a los cielos, descienden a los abismos; sus almas se derriten con el mal.

El viento les era contrario.

Marcos 6:48

Solos en medio del viento y las olas (1)
Eran doce hombres en una barca, quienes hacia las tres de la mañana remaban con dificultad. Luchaban tratando de alcanzar la ribera del mar de Galilea, pese a las fuertes olas y al viento contrario. Habían tenido una jornada muy ajetreada y ahora, agotados por el cansancio, debían mantener aún el rumbo en esa noche tempestuosa (Marcos 6:45-52).
¿Por qué el Señor permitía esa situación? Hasta había obligado a sus discípulos a subir a la barca y cruzar el lago.
¿No sabía él que esa tempestad iba a ocurrir? ¿No habría podido, como en otra oportunidad, ordenar al viento que dejase de soplar y a las olas que se calmasen? Los discípulos estaban extenuados. ¿Por qué no detenerse y volver al punto de partida? De todos modos el Maestro estaba ausente y aparentemente no hacía nada para ayudarlos.
Semejantes pensamientos nos vienen a la mente cuando sopla la tempestad. El duelo, la enfermedad, los fracasos escolares o profesionales nos parecen invencibles… Leamos el fin del relato: Jesús les dijo: “¡Tened ánimo; yo soy, no temáis! Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento” (v. 50-51).
Al pensar que Dios preparó el fin de la prueba antes de que ésta empezara, y que siempre tiene a la vista el bien de sus hijos, ¿No deberíamos apoyarnos confiadamente en esas certezas, aun cuando no entendamos en el primer momento la meta que él persigue?

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Cambia la tempestad en sosiego, y se apaciguan sus ondas… así los guía al puerto que deseaban.

A los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien.

Romanos 8:28

Con Jesús en la barca (2)

Al final de otro día, Jesús dijo sus discípulos: “Pasemos al otro lado” (Lea Marcos 4:35-41). He aquí nuevamente sus discípulos (pero esta vez Jesús había embarcado con ellos) en medio de una tempestad en el mar de Galilea.
Los discípulos empezaron a temer por su vida. Pero si Jesús estaba con ellos, ¿Qué podía ocurrirles? Pese a esto, en su angustia despertaron a Jesús, quien en un instante apaciguó los vientos. ¡Cuántos progresos hicieron esa noche los discípulos de Jesús! En ellos no había ningún recurso frente a ese peligro, pero aprendieron a conocer la autoridad y el poder de su Maestro, y también a recibir su dulce reproche: “¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?”.
¡Cuántas veces ciertos acontecimientos que no habíamos previsto, y menos aún deseado, nos hunden en el temor, la angustia o el apuro! Esto no quiere decir que Dios esté en contra de nosotros, mas esas circunstancias son conocidas y permitidas por el Señor. Él está presente como en la barca, para ayudarnos a atravesar estos momentos difíciles de la vida y enseñarnos algo de su grandeza y amor. Así, tanto los acontecimientos más pequeños como los más importantes están en las manos del Dios que nos ama. Con sabiduría él permite que sus hijos atraviesen las tempestades sin temor ni angustia, sino apacibles y seguros de su fidelidad. ¡Confiemos completamente en él! (1 Pedro 5:7).

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A libertad fuisteis llamados.
¡Cuán libre sería si…!
«¡Seré libre cuando apruebe mis exámenes!», piensa un estudiante.
«¡Qué libre me sentiré cuando haya pagado mi deuda!», piensa otro.
Así, cada uno piensa que su libertad depende de factores externos a sí mismo. Algunos consideran que para ser libre sería necesario deshacerse de las obligaciones sociales, financieras e incluso morales.
Es cierto que existen situaciones de las cuales es necesario liberarse. “Si puedes hacerte libre, procúralo más”, escribió el apóstol Pablo a los esclavos cristianos (1 Corintios 7:21). Sin embargo, aun si todo lo que pensamos que es un freno a nuestra vida desapareciera, esto no garantizaría que hallaríamos lo que aspiramos, porque la libertad, en el sentido más profundo del término, concierne nuestra vida interior.
Podemos sentirnos prisioneros en nuestro corazón. Tal vez ahí esté el origen de nuestro problema. Nuestra falta de libertad puede venir por ejemplo de una falta de amor. Nuestro corazón puede ser prisionero de su egoísmo o de sus miedos y a menudo está obsesionado con la búsqueda de bienes materiales. Lo que necesitamos es cambiar interiormente y dejarnos transformar por Dios. El que sabe amar verdaderamente no se sentirá prisionero. La verdadera libertad se descubre teniendo una relación íntima con Dios. Él derrama su amor en nuestros corazones mediante el Espíritu que nos dio (Romanos 5:5). Cristianos, a través de su Espíritu, Dios nos ofrece la posibilidad de creer, amar y esperar. Nadie podrá impedírnoslo. ¡Esto es ser libre!

Gálatas 5:13

Salmo 107:29-30

Salmo 107:25-26




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Nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios.

¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!

Juan 7:46


Mi descubrimiento del Nuevo Testamento (1)

En un barco que me llevaba de Grecia a Egipto leí por primera vez el Nuevo Testamento, que me había prestado un pasajero. En cuclillas contra un tabique, e insensible a todos los ruidos circundantes, pasé horas sumido en tan notable libro; cautivado por la personalidad llena de vida de Jesús.
Cuando llegué al episodio de la mujer adúltera (Juan 8:3-11), mi corazón empezó a latir más rápidamente al leer la pregunta capciosa de los fariseos a Jesús: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿Qué dices?”. Cerré el libro. ¿Qué habría contestado yo en lugar de Jesús? La ley pedía la lapidación, pero Jesús había enseñado el perdón. No hallé solución. Volví a abrir el libro y leí la respuesta de Jesús: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella” (v. 7).
Me dejó sin respiración. Estaba estupefacto por esa respuesta absolutamente perfecta, que desafiaba la imaginación y el razonamiento. Cortaba en seco todas las preguntas, aun las más difíciles, todas las que me habían obsesionado en mi vida. Sabía que lo que acababa de leer superaba el conocimiento y la comprensión humana. ¡Sólo podían ser palabras divinas!

1 Corintios 1:23-24
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Levántate, y háblales todo cuanto te mande; no temas delante de ellos… pelearán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estoy contigo, dice el Señor, para librarte.
Jeremías 1:17,19

 Remedio contra el desaliento

Jeremías fue un profeta valiente, llamado por Dios a temprana edad. Con el rey Josías, un creyente fiel, habían tratado de reformar el país y hacer volver al pueblo al verdadero Dios. Después de años de esfuerzos tuvieron que constatar que los resultados eran decepcionantes. Este pueblo se alejaba de la piedad sincera, y Jeremías debía enfrentarse con una fuerte oposición.
Cansado y desalentado, exclamó: “¿Por qué es prosperado el camino de los impíos, y tienen bien todos los que se portan deslealmente?… ¿Hasta cuándo estará desierta la tierra, y marchita la hierba de todo el campo? Por la maldad de los que en ella moran, faltaron los ganados y las aves” (Jeremías 12:1, 4). En el fondo, el profeta cedió al desaliento, y parecía decir: «¡Todos mis esfuerzos son vanos, voy a renunciar!».
Además todas las dificultades con las cuales Jeremías se había encontrado eran sólo una primera impresión de lo que estaba por venir. Pero Dios estaría con él: “Y pelearán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estoy contigo para guardarte y para defenderte” (cap. 15:20).
Creyentes, a nosotros también se dirigen estas palabras. Aunque pasemos por diversas pruebas, el Señor en su gracia quiere utilizarnos para su servicio. Si deseamos servirle, no dejemos de trabajar, no bajemos los brazos; él quiere confiarnos nuevas tareas. Quiere hacernos correr en el camino de la fe con nuevas fuerzas.

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(Jesús les dijo:) No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, vé con él dos.
Mateo 5:39-41

La honra de ser cristiano

Carta al emperador
Atenágoras, nacido en Atenas, fue un filósofo que vivió en la última mitad del segundo siglo. Se proponía escribir en contra de los cristianos, por ello se puso a leer sus libros. Mediante esta lectura Dios le abrió los ojos y se convirtió al Señor. Entonces, en lugar de atacar a los discípulos de Cristo, los defendió, y en el año 177 presentó al emperador Marco Aurelio un escrito, diciendo: «¿Por qué estaría usted ofendido sencillamente a causa del nombre que llevamos? El nombre solo no merece su odio; el crimen es digno de castigo. Si se nos convence de haber cometido una mala acción, grande o pequeña, castíguenos, pero no simplemente a causa del nombre de Cristo. Ningún cristiano es un criminal, salvo que obre de una manera contraria a lo que pretende ser». Más adelante, al comparar la conducta de los cristianos con la de los paganos, dijo: «Entre nosotros usted hallará ignorantes, esclavos, mujeres viejas que quizá no podrían probarle mediante razonamientos la verdad de nuestra doctrina; pero por sus obras muestran el efecto bienhechor que ella produce, cuando uno está persuadido de que es verdadera. No hacen discursos, sino buenas obras. Cuando los golpean, no devuelven los golpes; no entablan proceso a los que los despojan; dan a los que les piden y aman a su prójimo como a sí mismo».
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Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.
Proverbios 22:6


Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor.
Colosenses 3:20


¿Cómo educar a nuestros hijos?

Aldo Naouri, pediatra de renombre internacional, declara: «Hoy en día la ideología reinante… aconseja que no se debe rehusar nada a un niño. A mi entender es una grave desviación de nuestras sociedades. Entre otros efectos tiene el de formar niños que quieren todo y enseguida. Estos niños no tienen más límites y crecen con valores adulterados». En los adolescentes, esta pérdida de límites y de valores, ampliamente denunciada por aquellos que estudian los problemas de la juventud, ocasiona la violencia y el rechazo a la autoridad, que es lo que vemos actualmente.
Más allá de los siglos y de las culturas, la Biblia, poseedora de la sabiduría divina, nos enseña la manera de educar a los hijos. Este libro no está desfasado. Las instrucciones divinas que conciernen a la educación de los niños permanecen actuales.
Sembrar en la joven vida de un niño las enseñanzas de la Biblia conduce a cosechar en su vida de adulto el respeto de valores, base de una sociedad sana, mientras que ceder sin discernimiento a todos sus deseos tiene consecuencias funestas para él y para su entorno. Es importante conducirlos a Jesús, nuestro Salvador. Padres creyentes, no nos dejemos influenciar por la corriente actual. Criemos a nuestros hijos “en disciplina y amonestación del Señor” (Efesios 6:4), con amor y firmeza. Nuestro Dios nos lo pide, y para ellos es el camino de la bendición
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Cambia la tempestad en sosiego, y se apaciguan sus ondas… así los guía al puerto que deseaban.

A los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien.

Romanos 8:28

Con Jesús en la barca (2)
Al final de otro día, Jesús dijo sus discípulos: “Pasemos al otro lado” (Lea Marcos 4:35-41). He aquí nuevamente sus discípulos (pero esta vez Jesús había embarcado con ellos) en medio de una tempestad en el mar de Galilea.
Los discípulos empezaron a temer por su vida. Pero si Jesús estaba con ellos, ¿Qué podía ocurrirles? Pese a esto, en su angustia despertaron a Jesús, quien en un instante apaciguó los vientos. ¡Cuántos progresos hicieron esa noche los discípulos de Jesús! En ellos no había ningún recurso frente a ese peligro, pero aprendieron a conocer la autoridad y el poder de su Maestro, y también a recibir su dulce reproche: “¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?”.
¡Cuántas veces ciertos acontecimientos que no habíamos previsto, y menos aún deseado, nos hunden en el temor, la angustia o el apuro! Esto no quiere decir que Dios esté en contra de nosotros, mas esas circunstancias son conocidas y permitidas por el Señor. Él está presente como en la barca, para ayudarnos a atravesar estos momentos difíciles de la vida y enseñarnos algo de su grandeza y amor. Así, tanto los acontecimientos más pequeños como los más importantes están en las manos del Dios que nos ama. Con sabiduría él permite que sus hijos atraviesen las tempestades sin temor ni angustia, sino apacibles y seguros de su fidelidad. ¡Confiemos completamente en él! (1 Pedro 5:7).

Salmo 107:29-30


Job 33:14


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